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Hace 11 años
Mariposa de otoño
La mariposa volotea y arde —con el sol— a veces.
Mancha volante y llamarada, ahora se queda parada sobre una hoja que la mece.
Me decían: —No tienes nada. No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada. Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja llena de otoño el horizonte. Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: —No tienes nada. No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas. El sol, ahora, convalece.
Todo se va en la vida, amigos. Se va o perece.
Se va la mano que te induce. Se va o perece.
Se va la rosa que desates. También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso. Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas. El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea. También me dice: —Te parece.
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